María Alejandra Batista y sus dos hijas nunca antes habían sentido tanta ansiedad por el momento en que sus ojos se dejarán vencer por el sueño. En plena carretera y rodeadas de montes por todas partes, ni siquiera podían ver las sombras de las más de 30 personas que habían emprendido la misma aventura con ellas.
La crisis humanitaria en Venezuela ha desencadenado un flujo migratorio sin precedentes en América Latina. Se calcula que actualmente hay 1,7 millones de personas refugiadas y migrantes venezolanas viviendo en Colombia. Preocupan especialmente el alto número de mujeres que recorren trochas o vías ilegales.
María y su familia habían tomado un bus desde Caracas hasta Maracaibo, donde tuvieron que ver pasar las horas en la oscuridad, con el hambre más insoportable. Luego de tres días de múltiples caminatas, paradas de buses y carros, por fin arribaron a Cartagena.
Esta mujer de 34 años sintió esperanza por su nueva vida en Colombia cuando consiguió algunos turnos en una peluquería y un trabajo nocturno como limpiadora y encargada en una estación de gasolina. Aunque ganaba algo de dinero, se dio cuenta que mantener a su familia exigía de un empleo formal y estable.
Tras mudarse a Bogotá y participar en el proyecto Empleos para construir futuro, María encontró la estabilidad laboral que tanto buscaba. La iniciativa promueve que personas en situación de vulnerabilidad como refugiadas y migrantes accedan y permanezcan en un empleo formal y digno.
«Muchas empresas están descubriendo el talento de los migrantes y cómo pueden contribuir no sólo a la independencia económica individual, sino también a la creación de capacidades locales en comunidades de toda Colombia”, dijo Alejandro Matos, Director de Cuso International en Colombia.
A las pocas semanas de estar vistiendo el uniforme vino tinto de mesera de la cadena de restaurantes Ilforno, de la compañía La Receta, María tuvo miedo de perder su nueva fuente de ingresos. Su marido había llegado a Colombia para reunirse con la familia. Desde entonces ella sufrió violencia de género en silencio, hasta que recibió asistencia psicosocial por parte del proyecto y le hizo frente a esta relación de abuso psicológico y físico.
“Tanto Cuso como La Receta estuvieron a mi lado en esos difíciles momentos. Denuncié esta situación a las autoridades competentes y hoy me siento aliviada porque él ya no vive conmigo y con mis hijas. Y sí, me volví la única proveedora económica de mi hogar», dice.