Jickssi Infante se describe a sí misma como una «nómada», aunque no quisiera serlo porque desea encontrar ese lugar que pueda llamar hogar.

Cuando era adolescente, se trasladó del estado de Aragua al de Zulia debido a las dificultades económicas de su padre. Después de recibir el título en administración de empresas, quiso construir su carrera profesional en Maracaibo.

Pensó que la interminable búsqueda de un hogar había llegado a su fin cuando fue nombrada subdirectora de una grande superficie, sin embargo, pocos meses después la compañía quebró. Esta vez no se quedaría en Venezuela; su próximo destino sería Colombia.

Según un informe de 2018 de Consecomercio, más de 500.000 empresas han cerrado en las últimas dos décadas en Venezuela. Adicionalmente, de acuerdo con el Banco Mundial la tasa de desempleo en Venezuela alcanzó el 58,3% en 2020, la más alta en el mundo. Una crisis económica que ha agravado la compleja emergencia humanitaria que enfrenta el país, la cual ha dejado a millones de personas con hambre, sin medicinas y obligadas a emigrar a países vecinos como Colombia.

Raíces en Cali

Durante sus primeros años en la ciudad de Cali, Jickssi lavaba autobuses en el día y la noche, lo que suponía un trabajo físicamente desgastante. Para acceder a un empleo que le garantizara un horario laboral legal, esta migrante venezolana de 37 años participó en el proyecto Empleos para construir futuro, liderado por la ONG de desarrollo Cuso International –con el apoyo del Gobierno de Canadá– e implementado en el Valle del Cauca junto con Fundación Carvajal.

El proyecto le proporcionó formación en limpieza y le permitió encontrar un trabajo formal en la empresa Diamante. Tras acceder a este empleo, el proyecto ha realizado un seguimiento de Jickssi para garantizar su permanencia en la compañía.

Unos meses después de ser contratada por Diamante, fue víctima de violencia de género en el sistema de transporte público. El proyecto la asesoró sobre cómo recibir una atención especial para superar esta situación traumática y seguir trabajando.

A pesar de las difíciles situaciones que ha vivido en Venezuela y Colombia, los ocho meses de empleo formal en Cali le han dado la esperanza para creer que en esta ciudad podrá echar raíces durante mucho tiempo.